10º.- SALÓN DE REINOS O SALÓN DEL TRONO. La teatralidad Barroca en escena.

Era en conjunto un magnífico escenario. Los mandatarios que iban a ser recibidos se enfrentaban primero a la enorme mole arquitectónica del conjunto palacial, surgiendo del jardín, con sus paredes rojas, tejados abuhardillados y torres angulares rematadas con chapiteles de pizarra que apuntaban al cielo. Pasaban al patio de Armas principal y entraban en la parte oficial del edificio por la Torre de Honor Norte. Luego esperaban en el Salón de la Guardia. Al abrirse las puertas del Salón de Reinos o del trono, el embajador podía ver en sus 40 metros de perspectiva hacia el fondo, el trono real con Felipe IV e Isabel de Borbón sentados bajos los retratos ecuestres de Felipe III. La corte les hacía pasillo mientras avanzaban hacia el trono, empequeñecidos, observados también desde la balconada superior donde se agolpaba la corte, y rodeados por un lujoso decorado de cuadros que hacían referencia al poderío de la monarquía española y las virtudes de su dirigente, identificado como Hércules.

Con un pequeño esfuerzo de imaginación se puede recrear la puesta en escena que empequeñecía a los visitantes.

(Maqueta del Salón de Reinos, vista interior, con la explicación de los 3 conjuntos pictóricos que componen la decoración velazqueña). El efecto psicológico, de empequeñecimiento, sobre los embajadores extranjeros era abrumador. Al abrorse las puertas del Salón del Trono, se desplegaba una perspectiva de la Corte abriendo un pasillo de 40 metros de largo. Al fondo, el monarca en su trono, bajo el retrato de sus padres; en los laterales, sobre las cabezas de los cortesanos, destacando los enormes cuadros de victorias y los trabajos de Hércules, y posiblemente, parte de los cortesanos asistiendo a la entrevista desde la pasarela superior. 


Recreación de La Corte de Felipe IV. E. Lucas Velázquez. 1858. La Habana, Museo Nacional.  

Mariana de Austria, última esposa de Felipe IV, madre de Carlos II. Velázquez. Museo Nacional del Prado.
Recreación de las habitaciones de Felipez IV en el Retiro, con la Reina Viuda y el heredero, Carlos II. Vicente Poleró, siglo XIX. Museo del Prado

Único documento pictórico que se conoce del interior del Retiro, principios del siglo XVIII. Bautizo de la Infanta Isabel. De Antonio González Ruiz, 1742. Colección Carlo d’Amelio (Italia). 
Intriga contra Quevedo en los jardines del Buen Retiro. Antonio Pérez Rubio, 1876. Museo Nacional del Prado.

Al destruirse el palacio y recolocarse sus cuadros en otros palacios y museos, se perdió noción de dónde se ubicaba el famoso Salón de Reinos ideado por Velázquez. Incluso se creyó que se había destruido. No fue hasta 1911 cuando se redescubrió el edificio, ocupado entonces por el Museo del Ejército, y renombrado desde entonces como Salón de Reinos.

Y fue entonces cuando por fin se pudo poner escenario a la grandeza narrada por las crónicas e imaginada a través de la contemplación de los cuadros. 


(Salón de Reinos en el Siglo XIX. A los problemas de conservación se sumó de forma devastadora la invasión francesa y el maltrato y destrucción por parte de las tropas napoleónicas que sufrió el Palacio. A mediados de siglo buena parta del palacio desapareció, siendo vendidos los terrenos para la construcción de casas). 

Vista del XIX desde la Carrera de San Jerónimo a la altura de las Cortes. 

Las siguientes fotos son de la increíble maqueta de Gil de Palacio de 1830, minuciosa y única, que se conserva en el Museo de Historia de Madrid. Se puede apreciar que alrededor de los Jerónimos, justo donde surgió, el palacio ha sido desmantelado.

(El Casón ha quedado como edificio aislado, desapareciendo su unión arquitectónica con el resto del palacio)

(Las «Ermitas» que jalonaban el conjunto como pequeñas mansiones, han sido derruidas)

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